Alejandra
Morales
En
la contemplación de la esencia oculta de un paisaje periurbano, incluso en
un no-lugar, brota la capacidad de evocación a la belleza a
través del AGUA. Son aguas llenas de
barro y suciedad, aguas estancadas del río que abren una puerta a otro lugar: la
vacuidad atemporal del ánima que todo lo ES.
Necesitamos
dejar espacio al vacío, a la serenidad, a la contemplación. Aquel segundo en el
que uno se abandona y se sumerge bajo el agua,
donde no existe la percepción del tiempo y el espacio y el hombre se
funde con la NATURA.
Existe
un instante que todo lo envuelve, donde nada y todo sucede. Esa quietud baja
las frecuencias y la vida fluye más lenta, con más conciencia y presencia.
¿Lo
oyes?
Es
el silencio de la ausencia